lunes, 29 de agosto de 2011

EL RINCÓN DEL CUENTO

INTRODUCCIÓN

En este espacio, los lectores encontrarán diferentes manifestaciones de la palabra literaria que se desarrollan a través de diferentes narraciones de ciudad, de experiencias cotidianas, de imaginarios y de la lucha constante con los avatares de la vida. Como bien se sabe, "el cuento es una manifestación oral y/o escrita que ha pasado de generación en generación y se ha convertido en parte medular del crecimiento de los pueblos" (LEAL, Pilar. 2008), concepción que le da a este género literario, la oportunidad de construirse y expandirse mediante nuevas propuestas de trama, de movimiento y de función. 

El cuento es una manifestación que encapsula al lector, lo compromete a esa lectura consciente y a esa lectura reflexiva, porque es en el cuento literario donde se une la lectura y la creación de imágenes para dar respuesta a unos finales inesperados...

!Adelante! 
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LA PRINCESA, EL PRÍNCIPE LEJANO, EL CABALLERO EQUIVOCADO Y EL SAPO QUE SE CREÍA PRÍNCIPE

ROSMARY PAZ
Estudiante  Universidad Mariana

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En un reino muy, muy cercano, en el cual se gozaba de paz y alegría, se encontraba una tierna princesa que estaba condenada a un terrible hechizo y que solo se podía romper encontrando a su verdadero amor. Cabe decir que esta princesa vivía en un hermoso castillo, un castillo donde no se encontraba nadie, abundaba la soledad, debido al encanto que ahí existía; algunos caballeros habían tratado de entrar pero era imposible, puesto que el encanto era tan poderoso que solo tres valientes habían logrado proseguir. 
Es así que empieza esta linda historia de la princesa, el príncipe lejano, el caballero equivocado y el sapo que se creía príncipe… 
Un día la princesa se encontrada pensando en el momento de su salida de aquel encierro, para poder conocer el mundo, además de consolidar el fin del misterioso hechizo que rodeaba a su hermoso castillo, para que  la gente de todo el reino pudiera acompañarla y no sentir nunca más esa soledad ensordecida. 
Un cálido día, ella se encontraba escuchando como cantaban los pajaritos melodiosas canciones, esto la hacía sentirse tranquila, pero al mirar al horizonte, a lo lejos, un misterioso animal venía muy a prisa hacia su castillo, ella se asustó sin saber que era, parecía mitad hombre con cuerpo de caballo, de todos modos y a pesar de esas dubitaciones, inmediatamente salió a su encuentro. Pues bien, aquel extraño personaje no era un ser extraño, terminaría siendo un hombre que venía en su hermoso corcel, éste era un príncipe que causaría una extraña sensación en la princesa, debido a que de su imagen vislumbraba una misteriosa cualidad, pero que de todas formas, pudo penetrar sin ningún problema al castillo encantado; al conocerlo mejor, la princesa se sintió segura, y aún más, después de que aquel le confesaría que venía de Rusia, de un reino que pronto iba a gobernar, afirmándole –con una sonrisa efusiva- que ya había encontrado a la futura reina que lo acompañaría en su travesía; la princesa al escuchar eso, se sintió muy feliz y ya gozaba de la alegría por el rompimiento del hechizo que tenía hace tanto tiempo. En el acto, ésta le prometió que cuando aquel viajara de regreso a su reino, dando la nueva buena, lo esperaría pacientemente para que los dos vivieran felices por siempre.
Llegó el día de la partida, el príncipe lejano se despidió de su tierna princesa y prometió regresar por ella y romper el terrible encanto que rodeaba su castillo, así saldría en su hermoso corcel rumbo a su reino, la princesa lloraría despidiendo a su príncipe lejano, pasarían varios días, meses y años, pero nunca se lo volvió a ver, y con esto llegaría nuevamente la soledad que inmiscuía a la princesa, solo se escucharía su voz con grandes alientos de eco. 
Con la llegada de la conformidad, por causas que jamás se conocieron al interior de este cuento, un pajarito le entregaría una hermosa carta que contenía la promesa de un caballero, al parecer muy respetuoso y amable, en su mensaje le decía que prontamente visitaría su castillo, tratando por todos los medios romper el hechizo que la abrumaba. Al cabo de leer la carta, bastaron solo unos segundos para que la princesa se sintiera extrañada, sobretodo por el interés de aquel por su encuentro. 
-Una mañana soleada, la princesa se despaviló al oír los pasos de una gran multitud que aclamaban y rendían culto a un hombre de piel trigueña, ojos claros y corpulencia definida y que por los vestidos que llevaba a simple vista uno se daba cuenta que se trataba de un hombre poderoso e importante. Cuando estuvieron frente a frente, en el interior de la princesa, salían palabritas que dejaban entrever sus incógnitas, pues no podía creer que en el mundo existían personas tan bellas como aquel-. Con ello definitivamente ¡Despertó!
No obstante, con lo único que el destino no contaba, era que hubo un error en el recorrido de este hombre poderoso hacia el castillo, debido a que la brújula que lo guiaba en la espesa selva, estaba dañada e indicaba otras direcciones, cuando el caballero encontró un castillo, desafortunadamente para la princesa, no era su castillo encantado, sino otro, en el cual había otra mujer. Sin embargo, la melancolía que cargaba la princesa, estaba marcada por la impotencia, por el no poder decirle al visitante sobre el grave error que se cometió impajaritablemente. De todas formas, a los pocos días, la princesa miró desde la punta de su torre como se celebró la boda del hombre poderoso y la mujer del castillo vecino. 
Al cabo de un tiempo,  la ratona que era una de las pocas amigas que tenía la princesa, fue a visitarla con el único fin de confesarle que prontamente vendría un segundo príncipe a su encuentro. -Éste podría ser el indicado para no sentirme sola y triste- murmuró la princesa entre dientes. De hecho, la esperanza y la felicidad fueron los condimentos de esta mujer; así, se la pasaba pensando en el rompimiento del terrible hechizo, cuando el lapso de espera terminó, por fin lo vió entrar al castillo, al instante, se dio cuenta que su aspecto no era muy agradable, debido a que se había hecho pasar por príncipe pero en realidad, era un sapo maloliente que solo entró al reino para aprovechar y saquear todo lo que encontraba a su paso. Afortunadamente, la princesa actuó con cautela y malicia y se dio rápidamente cuenta de estas verdes intenciones, poco a poco lo fue espantando hasta que se marchó, mucho tiempo después la princesa se enteraría por una serpiente que este sapo estaba casado y había caído en el buche de un pato tragón, siendo una despedida muy feliz la de este “disque” príncipe”. 
Bueno… de los implicados en este rescate, la princesa no encontró uno que pudiera romper el hechizo, pero reflexionando, no se sintió mal, porque a pesar de todo, nunca había fallado, siempre gozó de la esperanza, se sentía muy tranquila;  no obstante, con lo que no contaba era que el presagio decía que irían tres príncipes a buscarla y el tercero estaba llegando al palacio, con un grito efervescente de ¡Viviremos felices por siempre!   
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 LA FRÁGIL CONFUSIÓN

CÉSAR ELIÉCER VILLOTA ERASO

Licenciado en Lengua Castellana y Literatura, Catedrático de la Universidad Mariana e Integrante del Taller de Escritores Awasca.


“El gusano pisado se retuerce y dobla. Cosa que le conviene, pues reduce la probabilidad de ser pisado otra vez”

 Nietzsche 

 Aquella tarde gris, secundada por la lluvia, se satisfacía con la presencia de un espíritu que no podía descansar, en efecto, era ese espíritu que había recorrido algunos espacios con el consentimiento del aire y de la penumbra, una y otra vez, desde el día en que dejó su forma física y se quedó merodeando en la parte superior del globo terrestre.

Este espíritu tenía la costumbre de revolotear por las nubes, lo cual lo llevaba a implantar sus propios records, saltaba y saltaba tan alto como se hace en los juegos olímpicos, hasta que un día, tiempo en el que uno no tiene más que la idea de sentir la sublimidad de la adrenalina, aquel personaje saltó tan alto, que al caer en una nube, al parecer resistente, ésta no aguantó tanta presión y se rompió, sufriendo una caída de manera estrepitosa contra el suelo que estaba mezclado de hierba, arena y piedras menudas.

Confundido por la dureza del golpe, poco a poco fue escupiendo los trozos de todos esos materiales que le fastidiaban las encías, por su parte, la cabeza le daba vueltas y se conjugaba con los pajaritos de caricatura que nunca faltan. En ese momento, todo era confusión, pues sin querer, había regresado al mundo de los vivos, un lugar en que las acciones cada vez son más rápidas y escandalosas.

Así, el aturdimiento de tal desacierto lo tenía cabizbajo, pensativo y hasta un poco nervioso, pero en su mente tenía una sola idea clara: comenzar a observar su alrededor para encontrar en ese recorrido el esbozo de su vida pasada. De hecho, ese contacto con la realidad, le permitió apreciar la hermosura de una iglesia que estaba pintada desde su parte más baja hasta la más alta y, que llamaba la atención por tener una virgen muy hermosa, pintada con colores planos, donde sobresalían el azul y el blanco, pero lo que más sorprendía era que de sus ojos brotaban unas lágrimas, las cuales, reflejaban un sentimiento de fraternidad y que en el centro de tan hermosa mujer estaría una pequeña plegaria que decía: Corazón doloroso e inmaculado, ante tus Santas Lágrimas, Jesús no te negó nunca nada, dígnate pues, Madre Santa, unir nuestras lágrimas a las tuyas, para que tu Divino Hijo, nos conceda la gracias que con tanto ardor te imploramos.

Más adelante, este suceso fue irrumpido por unos ruidos estridentes que aquel, nunca había escuchado, pues lo único que recuerda haber conocido, eran los relinches de un caballo, los rebuznes de un burro o los sonidos del tac, tac de sus pies al caminar  por  lugares empedrados, los que ahora estaban recubiertos de un negro grisáceo, acompañado con líneas blancas y que orientaban en doble sentido. Por eso, el reconocimiento se convertía en otro dolor de cabeza. Todo estaba diferente, las boticarias ya eran droguerías, las casas de dura teja y tapines se habían reducido a su más mínima expresión, siendo reemplazadas por unos lugares gigantescos, hasta de más de un piso y que gozaban de una simetría cuadriculada absoluta. Estos cambios los reflexionó con tal minuciosidad hasta quedar estupefacto, sin embargo, la angustia seguía, pues todavía no recordaba quien era y en que lugar se encontraba. Luego, al dar unos cuantos pasos más se había dado cuenta que las calles eran un mundo utópico y soñado, pero en cambio, les faltaba algo, debido a que todos los lugares estaban cubiertos de una soledad fría, entristecida, no se miraban personas; ahora, la ciudad era la que parecía pertenecer a un lugar fantasmal.

No obstante, ese aparente estado de soledad absoluta fue quebrantado cuando el fantasma al cruzar por una calle, chocó con otro fantasma que le movía una mano, tratando de llamarlo para conversar, entonces la conclusión que sacó  nuestro primer fantasma, tenía que ver con que la adrenalina a la mayoría, siempre le jugaba una mala pasada.

Entre tanto, el fantasma número dos, siempre recordaba saludar a todos los feligreses, éste ya conocía su profesión en la tierra, su legado de cura lo ejemplificaba con tal devoción, que cuando alguien estaba desorientado, su ayuda se hacía con ese ademán de llamarlo con las manos y al entrar en contacto, sacaba su grueso libro, donde tenía apuntado al nuevo fantasma que chocaba contra el suelo duro. -Amigo mío, tú rostro cada segundo que pasa, se me hace más familiar- le dijo en el acto, el fantasma perdido replicó: -Yo no te recuerdo, pero puedes sacarme de esta duda en la que me encuentro… ¿Quién fui en este mundo?- Inmediatamente el cura fantasma con un movimiento de los labios agregó: eso no puedo decírtelo, debes buscarlo por tus propios medios, solo sé que vienes de los años mil ochocientos hijuetantos y si caminas por aquí derechito, verás que no te estoy mintiendo. Después de aquellas palabras, aquel simbolismo cristiano se esfumó por medio de la espesa bruma que rodeaba a varios árboles de Eucalipto y Ciprés.

En ese orden, sin dar tregua al tiempo, nuestro fantasma desubicado caminó por una calle colorada, bastante inclinada; pasó por unas tiendas, mirando una cantidad incontable de telas y vestidos chistosos, los cuales no podían ser tocados porque eran recubiertos por una pared invisible, que no se podía atravesar, situación por la cual, nuestro fantasma decidió avanzar, caminó tanto pero tanto, que llegó a una plaza inmensa, distinguida por unos edificios republicanos, por una iglesia con una cúpula pintada de verde blancuzco y un monumento negro y cuadrado tan alto como el cielo, el cual tenía unas letras doradas, adornadas con la imagen de un león que estaba acompañado de una melena muy pronunciada que parpadeaba, brillaba y brillaba.



De esa manera, aquellas observaciones de este nuevo paisaje le fueron refrescando la memoria frustrada al fantasma perdido, que al tacto, quedó soñando entre las nubes otra vez, hasta que de pronto, ¡pum! Chocó contra un pedestal que en su planicie tenía una estatua. Antes de ver la forma de aquel señor, comenzaría por tocar y leer aquellas letras grandes que lo designaban, estaban hechas con un material sólido y opaco, por lo que se puso a deletrearlo a voz lenta: GENERAL NARIÑO, hombre de derechos y prócer de la Independencia. En ese preciso instante, los recuerdos volvieron a la memoria, los derechos humanos y su proclamación del francés al español, los años de cautiverio por la lucha de la libertad, las dulces palabras frente al Senado y la gratitud a su amada Magdalena por dejarle gozar de su belleza y su comprensión infinita se le manifestaron.

La felicidad se asentía, los recuerdos se hicieron esencia perfumada y la idea de mantenerse ¡vivo! Seguía vigente, el fantasma de Nariño, ¿ese soy yo? –decía- mientras al compás de varias repeticiones, añadía la razón de su lucha, una lucha que era constante en las generaciones de este tiempo a las que se enfrentaban como fantasma con memoria, una de general. Además, la euforia y el llanto no se hicieron esperar, las lágrimas de infinita pureza se hicieron reales, caían a sus pantalones desteñidos por el tiempo.

Ahora, rondaba en su cabeza una idea descabellada, tal vez, una idea que ningún fantasma se hubiera atrevido a concebir; deseó con todas las fuerzas de su alma invadir nuevamente su cuerpo, no le importaba que fuera de metal, su intención era sentir pedacitos de su ser. Y así como lo pensó, lo llevó a la práctica, comenzó a escalar aquel pilar de cinco a seis metros contándolos desde el suelo; muchas veces se cayó, pero entre más se caía, eran más fluidas las veces que lo volvía a intentar, hasta que apoyándose en uno de los lados laterales que contenía otra imagen junto a sus amigos del Senado ¡lo logró! Miro cara a cara a su cómplice, aquel cuerpo de metal que lo estaba representando y como una espumita blanca comenzó a penetrar en ese espacio frío, vacío e inerte, dándole calor y un poco de movimiento. La cabeza, los labios, las manos, los ojos fueron las zonas más duras de moldear, pues eran espacios que tenían algunas fisuras cortantes, pero, a pesar de todo, nada irrumpiría la hazaña del general fantasma hasta que se cumpliera la meta. Y en efecto, cuando lo logró, pediría permiso para retirarse a dormir,  la dura tarea lo había dejado sin fuerzas, sin aliento y dormiría toda la noche haciendo caso omiso a toda clase de ruidos.

Pasado el nocturno…

El sueño tan suculento, se esfumó. En cambio, el  calor del día soleado era tan fuerte que los pies se le escurrían como melcochas, pero eso no había de importarle en un primer plano, debido a que en su mano derecha tenía otra preocupación, pues de ella colgaba una bandera que tenía las siglas de DRFE y que al mirar detenidamente observaba a una gran multitud de personas usando el mismo símbolo. Por ello, sus sentidos se pusieron en conexión con el fin de reflexionar el por qué de tal acontecimiento. -¡Los derechos!- fue lo primero que dijo, puesto que todo iba concordando con una reflexión crítica, mientras tanto, la gente gritaba y vociferaba con sus consignas: ¡DRFE! ¡DRFE! ¡DRFE!  ¡Qué viva el DRFE! ¡No se puede obviar el DRFE!

 -Sí, están luchando por los Derechos Fundamentales Estatales- pensaba, sintiendo a la par un cosquilleo entre las venas, conmoviéndose hasta tal punto que otra lágrima se escapó por entre sus mejillas. Estas acciones consecutivas, lo llevarían a pensar en su papel como líder de la consigna de los derechos. Por eso terminó por erguirse aun más de lo que estaba y con su mano sostendría esta bandera mirando hacia el Norte, porque su verdad se tangilizaba en el plano real.

Muchos días y noches pasaron, a su alrededor las personas armaron campamentos, realizaron ollas comunitarias, transmitían información por medio de volantes y pedían contribuciones para mantener el campamento. Por su parte, el Fantasma General se sentía muy satisfecho por la labor consumada, la gente había entendido el papel de unos buenos derechos estatales. Así, las protestas continuaron, más y más volantes se repartían, llegando con ello muchos adeptos donde la unión hacía valedera la fuerza.

No obstante, un día martes, casi después de dos semanas de resistencia, el fantasma del general Nariño sintió un pálpito, una corazonada, un mal de aire que le hizo doler el estómago. En aquel instante, visualizó que a lo lejos venían unos animales extraños que caminaban como humanos pero tenían una coraza de color negro, parecida a la de las tortugas galápagos, acompañándose de un escudo que tenía las letras de ESMAD. Su impresión al ver tal animal lo dejó sin aliento, quedándose quieto por un momento para apreciar cuál era su función, hasta tal punto de escucharlos y en verdad, tenían voz y demás cualidades humanas.

De pronto, esa tranquilidad que los ESMAD irradiaban, terminó por convertirse euforia cuando se acercaron a la gente del campamento –pues sin ninguna razón valida para hacer daño- lanzaron unas bombas de aire, las cuales expelían un olor fuerte y picante, con el que la gente comenzó a gritar y a defenderse con insultos y con lo que quedaba a la mano, caso de las papas, del carbón, de palos y demás materiales fueron lanzados. Al mismo tiempo, aquellos seres de color negro gritaban: ¡Los milagros del dinero se terminaron! ¡No fue milagro, fue estafa!  Ahora si, ¿Quién les responderá?

A fin de cuentas, el enfrentamiento se consolidaría como uno de los más profundos, después de aquella navidad negra materializada por los personajes de la independencia. De todos modos, los que ganaron terreno serían aquellos ESMAD, despejando el lugar tan solo en unos minutos; destruyeron el campamento y quitaron uno por uno todos los vestigios de la batalla. Hasta que uno de estos individuos se subió a lo alto, y cuando estuvo frente a la estatua, poco a poco despegaría  la bandera que aquellas personas le habían puesto al monumento, al tacto el fantasma del general Nariño, en la situación en la que se encontraba, se puso de todos los colores al ver que no podía dar señal de vida desde la estatua que lo representaba, sin embargo, escuchó lo que aquel individuo decía: vaya, vaya, vaya, Dinero Fácil, Rápido y Efectivo.

En ese momento, el fantasma del general Nariño, contuvo su saliva y la tragó hasta que se le formó un nudo en la garganta. Las palabras escuchadas, daban razón de esa “frágil confusión”. De hecho, estos sucesos lo llevarían a pensar durante largos días, hasta que por fin decidió abandonar ese cuerpo de duro metal, afirmando que los derechos habían sido olvidados por la gente. Al retomar su intangibilidad volvió a caminar, dejando huellas en el suelo para que recuerden que alguien pasó por ahí.

Finalmente, el fantasma con la memoria refrescada decidió subir la escalera que conduce hacia el cielo, la cual, ha sido construida con tecnología de punta para todos los personajes que sufren la desgracia de caer de manera consecutiva contra el suelo de los vivos.


Fotografiade la Plaza de Nariño-Pasto

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DESACIERTO NOCTURNO

CÉSAR ELIÉCER VILLOTA ERASO

Licenciado en Lengua Castellana y Literatura, Catedrático de la Universidad Mariana e Integrante del Taller de Escritores Awasca.

A Nathaly Bolaños


Un día me encontraba bajo la lluvia, tal vez lo soñaba. No, ahora creo que sí. Espero que esto pueda ser concebido como un sueño. Todo era permanente, muchas de las razones enfocaban hacia la mirada que le lanzaba, era una mirada netamente desaforada; pero ella, tan quieta, tan estática, tan fría, tan apagada, tan opaca. Ahí, solo pude decirle: ¿Qué te pasa? –Ella, al instante- no contestaba. Nuevamente la sacudía, la movía, pero nunca respondió.


Luego, al encontrarme en ese cruce de sentidos, sobretodo por la confusión tan grande que poseía. Tomé una pequeña pero unánime decisión: ¡Quitarme la vida! Para poder seguir tranquilo, en un cruce de lentos pasos. ¿A donde? a un lugar incierto por cierto. Todo, porque al ver aquella sombra nocturna tan helada, tan grisácea, ya no era un ser tangible.


Así, el agridulce camino labrado se calmaba en la turbulencia, de pronto, lo opacaste. Ahora ya te vi. Me sorprendí mucho al verte sonreír, por eso, comencé a correr y no paraba para nada, solo quería alcanzarte. Mientras tanto la felicidad era igual, tú también lo hacías.

“Lamentablemente cuando los dos estaban a punto de chocarse y pactar el encuentro, apareció una nube fría que les heló hasta los huesos”.

¡Volvió a despertar!


En ese momento, cayó en cuenta de la profecía, se encontraba en la silla, cubierto de mucha sangre, con un gran picahielos. Acababa de asaltar la vida de su mujer, la que más quería, pero que gracias a esos deseos desenfrenados, había terminado con la historia de un amor, un amor que no debió dudarse jamás.



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  PARCHECITOS Y GARABATOS

CÉSAR ELIÉCER VILLOTA ERASO

Licenciado en Lengua Castellana y Literatura, Catedrático de la Universidad Mariana e Integrante del Taller de Escritores Awasca.


A Caroline Muñoz


Se encontraba moribundo, vagabundo, aquel hombre de barba, tez y ojos claros oscuros. Todas las personas lo miraban, pero callaban. Nadie, absolutamente nadie, entendía su proceder y menos su tonto caminar en la playa. Él mismo no lo entendía -¡qué me pasa!-, por qué caí en este estado de pensamiento -se preguntaba-, simplemente, antes de caer nuevamente en la arena. Por eso, todos los días, pedía ayuda, pedía auxilio, porque anhelaba tener de su amada, aunque sea pequeños trocitos, pedacitos de amor.


Ella, se llamaba Úrsula, diminuta damisela que gozaba de una hermosura profunda, angelical. Nunca lo había mirado, es más, nunca supo de su existencia. Él, siempre desfallecido y perdido. Ella, el motivo de tan desaforada pasión.


Una noche, perdido en el deseo infinito de sus fantasías y alegorías, soñó con los dioses griegos, entre ellos, encontró a Cupido, quien al ver tal flagelación le concedió un deseo: ¡Mira tú!, le dijo, mientras lo apuntaba con el dedo, -comerás del fruto de los deseos, pero a cambio, serás auténtico, serás único-, y al final, cuando Cupido quería insinuarle una verdad inminente sobre su amada, un viento ensordecedor terminó por helarle hasta los huesos.


Así, se levantó aún mas perdido de lo usual y cansado de escuchar toda la noche, el cuchicheo en su cerebro, por fin comprendió que era hora de sacar de sus entrañas lo que jamás pensó que hacía parte de su ser. Agarró descuidado al odio, cogió desprevenida a la pereza. La tristeza sucumbió también al igual que la mentira. Y ni siquiera se salvó la alegría, ni la confianza, menos la autoestima, y con todo esos sentimientos encontrados, comenzó a escribir con la fuerza táctil de aquellas sensaciones, hasta que se dio cuenta que le faltaba algo, se le olvidó escribir sobre el amor.


Pero eso no le importó. Como pudo, agarró los retazos de ilusión pasada, regazos de aquel misterioso sueño y de su puño y letra, surgió la imagen difusa de unos tristes renglones que anunciaban: Oh dulce néctar, no tengo vida sin tu sabor a miel, mi niña querida, observa mis garabatos, esperando que con ellos me regales, aunque sea, parchecitos de tu amor. E inmediatamente salió corriendo al encuentro de su amada que curiosamente, en ese instante, se encontraba en un balcón. Pero créanme, nada raro en ella, ni siquiera lo miró.


De esa manera fue como este pobre hombre enloqueció. Divagó por el mundo sin un sentido y un rumbo fijo, perdido otra vez por eso que creía llamar amor, lo que tanto había buscado terminó por ser una vaga ilusión. Nunca más se supo de sus vigilias y sus pasos vacilantes en aquel lugar, sin embargo, su amada no tenía la culpa de no haberlo correspondido, porque ella, hasta ese día, a nadie le había contado que era ciega de nacimiento.

 
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CARNAVAL DE ARENA

CÉSAR ELIÉCER VILLOTA ERASO

Licenciado en Lengua Castellana y Literatura, Catedrático de la Universidad Mariana e Integrante del Taller de Escritores Awasca.



A Laureano Belalcázar


En el ocaso de una tarde de noviembre, Estacio y Fidencio se convencieron definitivamente que estaban perdidos en el desierto, ahí, la desesperanza se hacía cada vez más latente, por eso mismo tomaron una unánime decisión: ¡Separarse! Con el propósito de definir su destino, su suerte.


 Pasados tres días…


Estacio llegó hasta un oasis de verdes palmeras y arroyos de agua dulce; y al estar rendido ante su cuerpo desmadejado, decidió quedarse dormido. Mientras tanto, Fidencio seguía perdido entre nubarrones de blanca espesura, pero en esos actos, en los últimos suspiros y alientos paulatinos, se encontró con un diablo burlón, quién le propuso darle una muerte lenta pero tranquila, no obstante, antes de llegar a ella, el último deseo de Fidencio, fue vivir lo que más quería y disfrutaba cada año, antes de la cuaresma: ¡Un carnaval mágico, de color!


De esa forma, el diablo burlón concedió su deseo, dándole a Fidencio toda la libertad para gozar dicho carnaval; entonces el desierto, ya no era un mar totalmente de arena amarillenta, éste fue invadido por colores y tonalidades –de la más cálida hasta la más fría-, convirtiéndose en un ejemplo vivo de la catarsis y el goce del encuentro de amigos, precisamente, porque en aquel instante, el sueño de Estacio estaba llegando al final de esa situación carnavalesca y fatal.
 
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CÁSTULO, EL CARPINTERO


CÉSAR ELIÉCER VILLOTA ERASO

Licenciado en Lengua Castellana y Literatura, Catedrático de la Universidad Mariana e Integrante del Taller de Escritores Awasca.


 A Jorge Eliécer Villota


Cástulo es una persona de muchos años, de contextura semejante a la de los antiguos personajes de la guerra civil, como la de los mil días. Y aunque todos en el barrio lo conocen como el carpintero, para muchos pasa desapercibido a la hora de contar historias; porque creen que lo único que puede hacer, es  sacarle formas a esos viejos maderos…


Sin embargo, para Cástulo lo que piensa la gente le tiene sin cuidado, pero siempre los recibe con una sonrisa atenta, que le sale de oreja a oreja. Es así de agradable su comportamiento, que todos los días se levanta con el ánimo de abrazar el carisma de su mujer. Toma su café, acompañado de tortas y huevos revueltos, pensando en las experiencias pasadas y añoradas en su taller, junto con sus amigos, que varían entre oficiales y aprendices de obra.


En su taller, todos lo admiran, porque a pesar de ser una persona físicamente joven, tiene las cualidades expresivas de un sabio. Muchos dicen que es debido a la curiosidad de niño, otros dicen que es por sus andanzas por Nariño, Putumayo y el Ecuador, finalmente, otros en el barrio dicen y recontra dicen que es por su afanoso deseo por la lectura. Una pasión que muchos jóvenes han perdido en los últimos años. Por eso, su oficial Florencio, le pide que les cuente un cuento en cada ocaso, antes de llegar la noche; cuando Doña Inés, la mujer de Cástulo, trae papas humeantes y calienticas junto con ají de maní. Y Cástulo, gustoso de tan rico aroma, comienza por tragar bocado, diciendo en su primera pausa, esto sucedió hace mucho tiempo...
 
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HOLÍSTICA DEL PROFE

CÉSAR ELIÉCER VILLOTA ERASO

Licenciado en Lengua Castellana y Literatura, Catedrático de la Universidad Mariana e Integrante del Taller de Escritores Awasca.


¿Qué sendero espera un profesor? Esa era la pregunta que todos los días antes de su graduación se cuestionaba Alberto Botina, todo, porque dentro de su mente se desarrollaban una serie de acciones sobre su quehacer en la vida. Su profesión ya estaba escrita. Ser docente, su primera parada, la  segunda, ser denominado como profe, puesto que esa reducción de la palabra, le hacía clara la idea de amor y cariño de otros para consigo, mientras que profesor o solamente designarle con el título de docente, eran unos cuestionamientos que le revolvían las tripas.

La Literatura y las letras, esa era su carrera, a la que día a día durante cinco años, le dedicó noches enteras, momentos absolutos, unos de frío y otros de calor, acompañado de su viejo radio donde escuchaba las múltiples tertulias de programas como Morada al Sur y el Cocuyo, de los escaparates de libros de diferentes autores y de diferentes materias, todos esos libros interdisciplinares que le decían al corazón, que su oficio no era solamente enseñar, sino más bien construir una docencia con amor, donde se ponga en funcionamiento el proceso de la frase latina “dut ut des”, (“un doy para que des”), pero ante esa posibilidad, las horas de aquella noche terminaron por crear el insomnio antes de la entrega, puesto que en las próximas horas, después del amanecer, se daría cumplimiento al sueño más anhelado por él y su familia -su madre y su hermana lo asentían a un más-,debido a que los esfuerzos de la siembra, habían dado lentamente unos dulces frutos.

Dos horas habían pasado desde ese primer sueño despierto, y es ahora cuando la lucha con las cobijas se hizo más promisoria, puesto que el futuro licenciado en Castellano y Literatura, no podía conciliar más con el desespero, por eso, se levantó sin prisa y ordenó nuevamente la toga de color negro con filos azules. Después de ese ordenamiento casi milimétrico, se dedicó otra vez a pernoctar, pero esta vez, realmente dormido, en la fragancia de sus sueños… (En una calurosa mañana cuando creía tenerlo todo, un viejo amigo de la infancia sonreía al encontrarse de nuevo conmigo, charlamos de mujeres, de amores prohibidos, de partidos de fútbol, de los casados o cazados, de los que han sufrido, de los amigos que triunfaron, de los que fracasaron y de los que por una mala corazonada, terminaron muertos ¡tan jóvenes!, pues la desdicha nos cobija a todos, ¡pero que va! –, los recuerdos son recuerdos, vivamos el presente. Así lo mencionó Carlos Andrés, el afanoso y ahora abogado, amigo de Alberto Botina, quién le repetía a grandes voces y con un movimiento de la cabeza de lado a lado, el por qué había decidido ser profesor -sobre todo de Castellano y literatura-; en el acto, Alberto Botina le dio mil razones de ese fin mediato pero en sus adentros, había quedado el desazón de que su amigo del alma, le había dejado claro que la enseñanza era de muy poca importancia. 

!Alberto! Dijo con voz fuerte Carlos Andrés, diciéndole que en Colombia los médicos, los abogados, los policías, los generales, los actores, la gente de los medios de comunicación y los políticos son más recompensados. Mientras que los profesores solo tienen un día de reconocimiento –y eso por celebrarlo- pues se sigue creyendo que la educación con tablero y marcador, si es que los hay, son la servidumbre de las profesiones)-al escuchar esos sonidos no tan armoniosos, Alberto ¡Despertó!

Así, con esa mirada puesta en esta escena, de mundo paralelo, Alberto saltó de la cama, sudoroso por los peligros de esa videncia, porque no hay que olvidar que los sueños son la prolongación de la realidad, o eso se concibe, desde la cruda e incipiente verdad. No obstante, las reflexiones en su mente eran constantes, convirtiéndose en monólogos desesperantes –agregando palabra tras palabra, unas conclusiones desaforadas- (…) a los  profesores se les pregunta a diario el cómo hacen para tener tanto tiempo libre, se les aprecia cuando ya son viejos, cuando en la mente de los estudiantes llega ese recuerdo parafraseado: ¡ah!  Que chévere que nos enseñaba ese profe de Literatura, yo aprendí a escribir en sus clases. Luego de eso, la satisfacción termina, el profesor añora esos recuerdos y los asienta en la mente porque solo son eso, recuerdos. Pero ¿después que?, solo al profesor le queda vivir nuevamente entre las sombras, cobrando gota por gota los pocos centavos de una jubilación sin sentido, y eso, si algunos todavía tienen la fortuna de tenerla, quedando como última alternativa, volver a pensar en ese niño o esa niña que puede llegar a tu puerta, darte un abrazo y cumplirte por fin ese deseo infinito, latente todos los días; sin embargo hay que seguir esperando, porque hasta el día de hoy nadie te lo celebrará…

Llegó el momento…

A pesar de todas esas complicaciones, Alberto Botina ya tenía predestinado ese camino, esa lucha constante con el mundo estudiantil, por eso, cuando ya llegó el momento de la graduación, y tenía en sus manos ese diploma, con lágrimas sudor y sangre, comenzó a gestar por un momento, esas imágenes que lo dejaban despabilado, estupefacto; cada escalón bajado, cada segundo pensado, imaginando la entrada al aula de clases, con ese saco de paño con parches en los codos, con ese jean azul y esos zapatos de moda; deteniéndose en el instante cuando se los ve ahí charlando en cada esquina, esperando el silencio sepulcral porque ya llegó la autoridad, llegó el profesor de castellano y literatura. En ese momento abrirán los cuadernos y sacarán de la maleta sus lapiceros relucientes o en otros casos usados, gastados de tanto escribir, dirás sus nombres en voz alta, preguntándoselos primero a cada uno, escribirás al tacto el tuyo en el pizarrón, procederás a instaurar tu tertulia, no sabes por dónde empezar, porque la literatura es bastante amplia, sin olvidarte si quiera que los géneros ya no son géneros sino que hay una heterogeneidad de ellos, pero antetodo, no colocarás pero a eso, revisas el programa y ya, improvisas, les das ejemplos, les muestras como leer, como llegar a escribir, les muestras la importancia de hacerlo bien, de escribir y hacer que la vida traspase lo que vemos, que sea más que recubrir la parte de carne y hueso. Debatirás cada dos horas muchos poemas, muchas novelas, recordaras las estrofas de los autores que más has leído, de los que más te gustan, los compartirás, ahí nombrarás a Aurelio Arturo donde el verde es de todos los colores, a Jorge Luis Borges en su Aleph y el punto donde están todos los puntos, a Julio Cortázar por sus conejitos en París o las tácticas para subir una escalera, seguidos de la magia de la maga, a Franz Kafka para saber que hay que dormir con un ojo abierto y uno cerrado para no sufrir la metamorfosis, a Anton Chejov para saber que para enamorar solo basta seguir a la dama del perrito, a Augusto Monterroso para ver el dinosaurio enfrentándose a la realidad, a Lope de Vega y sus miles de sonetos, nombrarás al Dante y su divina comedia, nombrarás a Enrique Barrios para recordar que es un cuento por un cuento, recordarás a Rafael Zañudo y la Expiación de una madre, para decir que Nariño si tiene inicio en la literatura, recordarás y mencionarás a Gabriel García Márquez para construir cien años de historia, pero no desde el norte, sino desde los cien años del sur, donde el sur es norte y el norte sur, mencionarás a José Eustasio Rivera y el valor del caucho y las caucheras del Casanare, nombrarás a Manuel Mejía Vallejo y su símbolo de lo cotidiano, a través del Gallo en el día señalado…

De esa manera, miles de vientos y palabras hechas armonía, serán verdades relativas; además, dedicarás tiempo a analizar el ensayo, el informe, el resumen y la palabra hecha goce, realizada en la catarsis, en la misma voz de los autores; tus niños y jóvenes también experimentarán la fama y el goce de poder escribir para perdurar en la historia. Seguidamente, pronto terminarás por dejarles la tarea, te harán preguntas y de esas preguntas responderás unas tantas y otras las estudiarías, porque dices –no me las se todas- pero avanzas, te despides de cada uno con un… hasta las próximas clases pequeños o grandes tal vez (en la universidad). Pero quedando con el compromiso de volver a retomar para no olvidar, porque lo bueno siempre se olvida y por eso siempre hay que mantenerlo en la punta de la boca.

Todas esas situaciones pasaron en diez segundos, tiempo utilizado para bajar los escalones del teatro. Posteriormente, Alberto Botina entregó dichoso y con una lágrima en su mejilla ese diploma tan anhelado a su madre, los aplausos vinieron y vinieron, no paraban, puesto que la generación 2009 de profesores de Castellano y Literatura se hizo una constante verdad. La felicidad era notoria, la fiesta llegaba a cada uno de los hogares de los graduados. Esa noche hubo fiesta en casa de Alexander Zambrano, ahí también estuvo presente Alberto, disfrutando de esa magia de la noche, anhelando que todo saliera bien, que su profesión fuera valedera ante los demás; sus mejores amigos y amigas, caso de Luis, de Darío, de Heimy, de Adriana, de Elizabeth y también del amor de su vida: Diana Carolina…estaban ahí, donde la festividad duró tres días.
¡Recuerdos!

Pasaron años sin trabajo… Pero con la llegada de las primeras clases antecedieron a las segundas, colegios y universidades fueron atendidos con un discurso nuevo y poco entendido (por los que solo se quedan en lo que existe, los que no creen en las utopías). Se dejó un legado de vida, donde la vocación sigue vigente.

Hoy cuando Alberto Botina ya tiene 94 años, no se arrepiente de haber construido mundos posibles, donde los hombres mueren y renacen constantemente, en una espiral de la vida. Además, recuerda que uno de sus estudiantes –Javier precisamente- le dijo que regresaría a verlo y a conversar, al cumplir su propio sueño de ser doctor en literatura, de hecho, las horas se hacen eternas y los minutos se hacen segundos, el profesor Botina en este preciso instante duerme plácidamente en su cama dura por el invierno, esperando a ese jovenzuelo que no se sabe si cumplirá ese anhelo de dialogar con las palabras, antes de respirar y lanzar un último suspiro.

En ese momento, quedó abierta la puerta.

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AMOR SATELITAL AL ATARDECER

Omar Quiroz Velásquez
Maestro en Artes Visuales y Especialista en Pedagogía de la Creatividad

Terminó la menguante y de pronto apareces tú, sonriente luna nueva, eres una fina sonrisa que expresas todo un rostro, un rostro imaginario como el que cada quién quisiera mirar, amigable y fiel como tú, al espejo en la fiesta de un cumpleaños, luna hermosa y radiante, como tú no hay dos, brillas en el firmamento en medio de las estrellitas que van apareciendo en la fría y vasta noche cósmica. Quisiera alargar mi brazo hasta ti para acariciar tus labios con mis dedos, en un sutil tacto de cuerpo y espíritu.

Todos los terrícolas disfrutamos de tu sonrisa y gesto amable que nos comunicas con el espacio sideral y nos provocas todas las reflexiones propias de la creación divina, universal.

Hoy te ves así, mostrándonos lúdicamente tus fases hasta aparecerte con tu carota de niña traviesa, escondiéndote detrás de las casas, de los edificios, de los árboles y montañas. En el acto, yo, embelesado mirándote desde la ventana del auto que me lleva a casa, al final de la jornada. Ya entrada la noche, agito mis brazos para despedirte, sin antes desearte feliz y pronto retorno como lo hacen todos los enamorados que no miden las distancias.


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